Bebe's Kids

INTRODUCCIÓN:

Mirad vosotros cómo son las cosas que en mi habitual sistema de selección de juegos he ido a topar con uno de los más insípidos y tristes que se programaron para Super Nintendo. Como veréis y ya habréis comprobado en más de una ocasión, no solo las grandes obras maestras o aquellas que con el tiempo han adquirido el estatus de culto visitan estas páginas, también tienen cabida aquellos juegos malditos que ya nacieron en las pestilentes cloacas y que el tiempo, con su paso, ha hundido más todavía en la inmundicia. Tanto que en páginas de referencia como Gamefaqs está considerado, de entre los más de 2000 juegos que forman el catálogo de Super Nintendo, como el peor de todos. Por aquí han pasado obras muy mediocres a las que he dedicado, sin embargo, el tiempo necesario para realizar un análisis concienzudo y respetable, sea cual sea su nombre, pero esta se lleva la palma.

De hecho, es bastante conocido precisamente por sus casi innumerables cualidades negativas como uno de los peores juegos jamás creados. Y aun así, siguiendo mis forma de trabajar, le he dedicado el mismo número de palabras que a cualquier otro, como creo que debe ser. Voy a intentar, como suelo hacer, no cebarme totalmente con sus puntos negros (que son la gran mayoría, por desgracia) e intentar también resaltar cuales son las principales razones que os podrían llevar a jugar con él, aunque realmente me lo ha puesto muy difícil, y ya de primeras solamente os aconsejo poneros con él si os gusta probar esos juegos raros que ni si quiera fueron mencionados en casi ninguna de las revistas del sector en su momento. Bebe’s Kids, que así se llama esta especie de videojuego de acción con un ligero toque de plataformas, salió al mercado a mitad de vida de la consola, pero no hay nada que justifique su irrisoria calidad.

TRAMA:

Para llegar a la destartalada trama que nos propone el juego, tenemos que ir encadenando varios formatos, eventos y personajes. Para empezar, el nombre de Bebe’s Kids está tomado de un sketch recurrente del cómico y actor americano Robin Harris, humorista de comedia en vivo que tuvo cierto éxito en su tierra natal gracias a números como este. De aquí exactamente nace la idea, que gracias a la aceptación que tuvo en el público en general se llevó al cine. Casualmente, Robin murió cuando dicha película estaba en fase de pre-producción, por lo que nunca vio la luz, pero sí su homónima en el cine de animación Aunque ya sin la voz del comediante, el protagonista de la cinta era el mismo Robin, introducido en el universo que él mismo creó, así que nada mejor como homenaje póstumo. La cinta no llega ni por asomo a los niveles de calidad de otras producciones de la misma época, y tan solo es relativamente conocida en Estados Unidos.

No la he podido encontrar doblada a nuestro idioma, ni siquiera subtitulada, aunque la he visto en idioma original para poder dotar a este análisis de una mayor veracidad. El juego no es más que la translación de la película a cartucho, tal cual, con los mismos personajes, la misma historia exacta e incluso algunas citas y diálogos que podemos ver entre fase y fase son calcados palabra por palabra a los de la película. Robin se enamora de Jamika, una mujer muy seductora a la que conoce en un funeral. A partir de ahí, intenta conquistarla haciendo de su acompañante y conociendo a su hijo, pero hay unos ‘elementos’ (y nunca mejor dicho) con los que nuestro amigo no contaba: los críos de Bebe, una amiga de Jamika a quien deja a su cuidado por lo que, en su excursión al parque Fun World, estos tres diablillos entrarán en el lote. Y lo suyo, más que gamberrismo, roza la delincuencia juvenil más evidente.

GRAFICOS:

Conociendo tan solo la trama y viniendo de una película de humor, uno se puede imaginar un clásico juego de saltos y acción, pero difícilmente sin ver su aspecto puede deducir lo mal portado que estuvo a la consola. El tono Blacksplotation que se puede observar en la película está presente en el videojuego. De hecho, todo lo que vemos en la animación está fielmente representado en este, pero esto no significa que la calidad sea uno de sus exponentes. Ni los sprites, ni las animaciones ni los movimientos gozan del detalle mínimo o fluidez exigible a un juego de Super Nintendo. Tan solo ver las primeras fases, más de uno se preguntará cómo logró este cartucho salir con la licencia oficial de Nintendo, tan estrictos como eran con este tema. Y hablamos del año 94, el mismo que vieron la luz grandes bestias de la consola como, sin ir más lejos, Donkey Kong Country. Nada puede justificar el despropósito que tenemos ante nosotros, ni siquiera la inexperiencia o la ineptitud de la compañía programadora.

Claro que Radical Entertainment… no destacaba especialmente por el buen hacer en sus trabajos. Su primer título para Super Nintendo (Brett Hull Hockey) no estaba tan mal, pero en su segundo intento se hundieron con todo el equipo. Es difícil hacerlo peor. Aunque el juego tiene ocho fases, tan solo encontraremos 5 decorados distintos. El resto del juego siempre nos sitúa en pleno parque de atracciones, donde siempre será la misma mecánica, siempre los mismos enfrentamientos y los mismos enemigos. Ninguno de los entornos es especialmente original, pero destaca por su ambientación y su más detallada realización la cuarta fase, donde nos adentraremos en una mansión encantada que, se supone, forma parte de las atracciones del parque aunque curiosamente es la única que no está extraída de la película… y aun podemos dar gracias que ‘se la inventaron’ porque de otra forma el juego hubiese sido más seco todavía: el resto de fases están enormemente faltas de sustancia, de color y de variedad, ninguna de ellas nos motiva a ver la siguiente.

Las animaciones tienen delito. Son lentas, toscas y parecen diseñadas en cinco minutos, al igual que otros aspectos del juego. En cuanto a colorido, es una de las paletas más feas que se pueden ver en un juego de Snes y los degradados dan auténtica lástima, es un juego a medio camino entre la generación NES y la que nos ocupa. Compararlo con otros juegos normales del genero, aunque estos no ofrezcan grandes alardes, le hace quedar a la altura del betún. Los enemigos no escapan a la mediocridad. Ratones, hombres de negro, perros y distintos tipos de robots con un aspecto totalmente ridículo, incluso peor que el de los protagonistas LaShawn, Kahlil y Pee’wee, que ya de por sí apenas parecen niños. El detalle es mínimo en los decorados, producto sin duda de una mínima dedicación. Ni en la fábrica, ni en los suburbios ni siquiera en la casa de cristal, que podría haber dado para más, encontramos nada mínimamente destacable. Si acaso pueden sacarnos de nuestro sopor las escenas que aparecen entre las fases, estilo dibujos animados.

SONIDO:

En la película, la música era un apartado primordial, ya que formaba parte de la esencia de los personajes, representaba su estilo y en cierto modo, su forma de vivir y actuar dentro de un contorno bastante funky y el estilo blacksplotation que tiene el film. En la banda sonora original podíamos escuchar Rap, Funk, Soul… una amalgama de estilos de música negra que aumentaba el ritmo y la viveza de esta. Los compositores de Radical Entertainment quisieron dotar de nuevas músicas al juego pero sin perder la esencia, pero lo hicieron de mala manera, sin chispa, con cortes aburridos, repetitivos y sin el más mínimo atisbo de melodía o creatividad en su duración. Las composiciones de las que hace gala el juego son horrorosas, oscuras y deprimentes en el peor sentido de todo esto. Al desaparecer las voces, se han quedado en una sucesión de bajos y percusiones que no varían lo más mínimo e incluso entre distintas fases cuestan de diferenciar.

Algunas tiran más hacia el funk y otras más hacia la máquina, con algunos sonidos diferenciadores pero monótonas y apagadas hasta el bostezo, y no solo provocan somnolencia, sino también cabreo e irritación por su repetitiva cadencia. Enervantes, feas y sin ningún aliciente, no encontraremos nada destacable en ellas, tal vez los primeros segundos de la que suena en la casa embrujada, o algunas con más vidilla como la del ending, pero incluso a estas les acabaremos bajando el volumen. Curiosamente, sorprende bastante el decente trabajo con las voces digitalizadas. No abundan precisamente, pero por ejemplo, las de la intro suenan muy claras y limpias, y no a lata oxidada como cabría esperar por la tendencia general del cartucho. El resto de los efectos sonoros son prácticamente irreconocibles, al igual que sucede con la música. Y es que el hecho de que una canción suene igual en el mundo pirata que en los puestos del parque de atracciones habla ya fatal del esfuerzo de los músicos. Una de las peores BSO que he escuchado nunca, sin duda.

JUGABILIDAD:

En esencia, Bebe’s Kids es un beat-em’up que trata de ir repartiendo leña a los enemigos que se crucen en nuestro camino. Bajo el amparo de este género, podemos encontrar decenas de juegos en Super Nintendo, pero todos ellos (hasta el peor) muy superiores a este que nos ocupa. Pero al juego se le añadieron ciertos ingredientes que lo diferencian de otros, como alguna que otra plataforma o laberintos que resultan de lo más desquiciante. La primera parte de cada fase (si las dividimos en dos) siempre es igual: nos sitúa frente a las paradas turísticas del parque (tickets, helados, arcades), con los mismos enemigos, que requieren exactamente la misma mecánica para ser vencidos. Esto no sería particularmente negativo si el sistema de detección de golpes no fuese tan pobre. Hasta que nos acostumbremos a él, daremos palos de ciego y nos desesperaremos para acabar hasta con el más simple de los enemigos. Y precisamente el tiempo no es algo que vaya a nuestro favor, de hecho, es bastante limitado.

Esta presión todavía frustra más, hasta que llegamos a la segunda parte de cada etapa, donde se renuevan los gráficos y algunos villanos, y se introducen los elementos arriba mencionados, sin que realmente doten al juego de demasiada variedad o capacidad adictiva. La dificultad, pese a estar muy mal implementada, no es excesiva, pero hay una de las etapas que destaca especialmente por su insistencia en crispar nuestros nervios: la de la casa encantada, un laberinto terrorífico y no solo por el entorno, sino por las decenas de puertas que tendremos que atravesar en habitaciones que son prácticamente iguales y nos harán dar vueltas y vueltas sin ningún detalle que nos oriente salvo un termómetro que cambia de color y que a veces más que ayudar confunde. Contando que se puede entrar por las estanterías en dos direcciones y que algunas entradas son unidireccionales, terminaremos volviéndonos locos en un vano intento de encontrar la salida. Las alcantarillas también tiran más o menos de este sistema, pero mucho más accesible.

El control es casi tan nefasto como el colorido, la música o las animaciones. Podremos escoger entre uno de los dos hermanos, LaShawn o Kahlil. Mientras los saltos de la primera son más lentos, tal vez ofrece un mejor control en general, pero la diferencia es mínima y no importa a cual escojamos: nada salvará de la quema la experiencia tan insulsa y casi insoportable que vamos a tener por delante. Los golpes se dividen en puñetazos y patadas. Hay muchas reviews que critican al juego por la cantidad de estos que hacen falta para tumbar a cada enemigo, y aquí se nota que sus autores no han dedicado ni 10 minutos al juego, ya que gracias a los botones R y L podemos ampliar el elenco de golpes, ejecutando movimientos especiales que reducen el número de impactos a 3 o 4. ¿Significa que así es más divertido? No, pero sí más dinámico, al menos no nos tiraremos media hora para acabar con cada contrincante. Los saltos son imprecisos y difíciles de controlar, pero ojo, serán estrictamente necesarios para acabar con los dos jefazos que aparecen en el juego.

CONCLUSIÓN:

Ya que a mí me ha tocado estar horas para jugarlo, terminarlo y analizarlo, sirva este mismo texto para que huyas de este juego como de la peste. Bebe’s Kids no ofrece ningún aspecto que nos vaya a emocionar. Ni a los que puedan ser fans de la película (cosa que dudo bastante en nuestro país) ni a los aficionados a los beat-em’up. Incluso el más malo o injugable de ellos tiene más posibilidades de gustarte que este. De hecho, está considerado por los usuarios de Gamefaqs (y muchas otras publicaciones) como el peor juego de la historia de los 16 bits. Rompiendo una lanza a su favor, yo tal vez no diría tanto, existen bodrios de pésima calidad que son peores todavía o más decepcionantes incluso, pero es innegable que estamos ante un producto extremadamente pobre tanto en cualquier aspecto técnico como jugable. Las pocas alegrías que nos pueda dar durarán tan solo unos segundos.

Porque todo en él es tremendamente repetitivo y frustrante, y ese es posiblemente su peor defecto. La ambientación de la mansión del terror flaqueará rápidamente por su desquiciante mecánica y diseño de nivel. Las imágenes de entre fases, relativamente bien dibujadas y fieles a la obra original carecen de interés (incluso con las frases calcadas). No entiendo como la estricta política de Nintendo a la hora de otorgar licencias oficiales pudo caer tan bajo y hacer la vista gorda con este cartucho, que será mucho más útil como pisapapeles o taco de una pata de silla que para entretenernos. Por suerte y obviando la segunda fase, que es insufrible, es una aventura que podremos finiquitar rápidamente si tenemos la paciencia necesaria para no volver a enfrentarnos a ella, que es lo que pienso hacer yo. Puede que soltemos alguna pequeña risita por el camino gracias a su humor tan gamberro, pero muy poco más…

- Lo Mejor del Juego: Las voces no están del todo mal. Cierta diferencia entre sus fases. Las escenas dibujadas tienen cierta gracia. Es fiel a la película y al menos es corto.

- Lo Peor del Juego: Diseños y animaciones de personajes patéticas. Brutalmente repetitivo y con un control pésimo, incluyendo las rutinas de detección de golpes. La música no vale ni para coger sueño. La mansión del terror.